lunes, 28 de noviembre de 2016

Narrativa en la psicoterapia: La reconstrucción de la historia personal

"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es." 
Jorge Luis Borges

Foto: Hai Thinh
El largo camino que recorremos en la búsqueda del sentido de la vida y de nuestras experiencias, trae consigo la necesidad de organizar los acontecimientos de la vivencia personal en busca de un relato coherente de nosotros mismos, del otro y del mundo.

Cuando hablamos a otros acerca de nosotros, de cómo somos, de aquello que nos hace singulares, de la historia de nuestra familia y de los eventos que consideramos relevantes en nuestra experiencia vital, nos hallamos relatando una historia. Esto que transmitimos al otro, conforma un relato que adoptamos como propio en forma de autonarración y proporciona un sentido de continuidad. Esta historia parte de nuestros primeros años de vida, así como de las relaciones y dinámicas entonces vigentes, y sirve prospectivamente de marco de referencia para ordenar las experiencias ulteriores. Sin embargo, ¿Qué vigencia tienen estas autonarraciones en nuestra vida actual? ¿Cómo posibilitan o bloquean vías de cambio personal? 

Tal y como afirma Bateson, la comprensión que tenemos de un hecho o el significado que le atribuimos, está determinada y restringida por el contexto en el que se recibe; es decir, por la red de premisas y supuestos que constituyen nuestros mapas del mundo. Comparando estos mapas con pautas, Bateson argumenta que la interpretación de todo acontecimiento está determinada por la forma en que éste encaja dentro de pautas conocidas. Estas “pautas” son históricas, proceden de la primera época de la evolución del sujeto y están integradas tanto por ‘verdad histórica’ como por construcciones que hacemos en el nivel de la fantasía. Así, intentamos dotar de cohesión nuestra narrativa personal, sometiendo las experiencias que vivimos a un marco de comprensión a menudo anacrónico. En el curso de la construcción de esta novela personal, dejamos de lado, de entre el conjunto de los hechos de nuestra experiencia, aquellos que no encajan en los relatos que desarrollamos de nosotros mismos. Otros sucesos quedan fuera de esa narración por acción de la represión, de manera que parte de las experiencias quedan, en palabras de White, sin relatar… permanecen amorfas, sin organización y sin forma, actuando en la sombra. 

El psiquismo surge de la relación con el otro, en palabras de Díaz Olguín, el nivel en donde el significado es generado y actualizado es externo al sujeto, pertenece a una dimensión interpersonal-social. Como seres sociales, organizamos nuestra narrativa personal según la interacción con nuestras figuras relevantes. A partir de las vivencias en el seno de la familia, siempre en el contexto del tránsito a través de las distintas etapas del desarrollo, surgen las primeras historias que intenta explicar el significado de las experiencias. Estas ficciones pretéritas, que Freud llamó la novela familiar del neurótico, configuran nuestra identidad y nos explican nuestro lugar en el mundo; su construcción responde a una necesidad evolutiva. Sin embargo, el hecho de que dichas ficciones guíen nuestra vida adulta, llama a la compulsión a la repetición, es decir, a la repetición constante de una situación o la re-vivencia de un sentimiento que, paradójicamente, es doloroso. Asimismo, esto habla de una falta de opciones, limitando los medios de cambio que hacen posible la elaboración de conflictos y malestares en las esferas personal y relacional. 

Como apunta E. Bruner, si aceptamos que organizamos nuestra experiencia y le damos sentido por medio del relato, y que en la construcción de estos relatos expresamos aspectos ‘escogidos’ de la experiencia vivida, se deduce que estos relatos modelan la vida y las relaciones. La analogía del texto propone la idea de que los relatos o narraciones que nos contamos a nosotros mismos, influyen en nuestras interacciones y organización, y que la evolución de las vidas y de las relaciones se produce a partir de la representación de tales relatos o narraciones. 

Es por ello que el proceso psicoterapéutico no solo trabaja y se ocupa de dichos relatos, sino que además encierra el cuestionar los fantasmas que nos han constituido -y que colman la historia que adoptamos acerca de nosotros mismos- para dotar de significado aquello oculto en nuestra narración personal. Representa un espacio en donde re-experimentamos, recreamos, reconstruimos y reactualizamos nuestra propia experiencia dotándola de un significado más maduro. En palabras de Freud en construcciones en psicoanálisis: 
"…El trabajo analítico aspira a inducir al paciente a que abandone sus represiones (usando la palabra en su sentido más amplio), que pertenecen a la primera época de su evolución, y a reemplazarlas por reacciones de una clase que corresponderían a un estado de madurez psíquica."
Añade entonces en cuanto a la tarea del analista:
"¿Cuál es entonces su tarea? Su tarea es hacer surgir lo que ha sido olvidado a partir de las huellas que ha dejado tras sí, o más correctamente, construirlo."

De esta forma, la intervención y construcciones del analista en el proceso psicoterapéutico, abren opciones novedosas y distintas perspectivas a la narrativa personal que tenemos y que puede estar resultando paralizante. Dichas construcciones que se dan en el marco de la psicoterapia, integran tanto la ‘verdad histórica’ como la actividad de la fantasía, escriben a partir de lo actual una narración que permite reordenar e interpretar los hechos pasados y darles nuevos sentidos. 

Díaz Olguín apunta que la narrativa que se revela en la psicoterapia, permite explicar las experiencias emocionales complejas que vivimos. No se trata de decretar la ‘verdad histórica’ que expone el relato personal y familiar, sino más bien de abordar dicha realidad que proviene desde las primeras fases del desarrollo psíquico y emocional, como una historia sujeta a la construcción e interpretación progresiva que hacemos del mundo. La historia familiar, y con ello la narrativa personal, integra las producciones fantaseadas en cuanto a la familia y la historia individual, con los eventos y figuras de la realidad histórica. El analista acoge el relato personal y lo devuelve en consonancia con una realidad en la que la experiencia no es ‘univocal’, sino que está poblada de ópticas ignoradas en la historia dominante, ópticas que ponen en movimiento un cambio.

De esta forma, en el transcurso del análisis pasamos desde albergar y guiar nuestras experiencias por un relato unívoco y lineal, hacia una realidad discursiva de la vida, una realidad en continuo cambio. Será en esas revisiones constantes en donde se puede ir forjando, modificando o estructurando la manera en la que se cuestionan los hechos, de forma que aparecen “varias historias” en un mismo plano, coexistentes y no excluyentes.

Desde la terapia sistémica, tal y como señala White, a medida que los relatos alternativos se prestan a ser representados, es posible expresar y difundir otros aspectos, «amables» pero anteriormente negados, de nuestra experiencia. Estos aspectos de lo que vivimos que quedan fuera del relato dominante constituyen una fuente, llena de riqueza y fertilidad, para la generación, o regeneración de relatos alternativos. En este sentido, se fomenta una nueva sensación de agencia personal y, con ella, podemos ser capaces de asumir nuestra responsabilidad en la investigación de nuevas opciones en nuestra vida y en el seguimiento de nuevas posibilidades. En este proceso, se experimenta una nueva capacidad de intervenir sobre el mundo.

Como señala Díaz Olguín desde la perspectiva del construccionismo, a través del trabajo narrativo en psicoterapia, el sujeto tiene la oportunidad de relatar y explorar aspectos problemáticos de su vida, los que son puestos en el contexto de su historia personal. A partir de ello, el terapeuta asiste ofreciendo un diálogo o narrativa alternativa, una oportunidad de "re-escribir" su historia para completarla y dotar de sentido la experiencia, para abrir camino a opciones más próximas a la integración de las experiencias de cara al bienestar y madurez emocional del sujeto.

Es por ello que embarcarnos en un proceso de psicoterapia representa un desafío y una aventura, abre paso desde un relato único, frecuentemente obsoleto y condicionante, hacia perspectivas que posibilitan el cambio y el bienestar emocional y relacional.

Referencias:

-Steps to and ecology of mind, G. Bateson.
-Experience and its expressions. En V. Turner y E. Bruner (comps.), The anthropology of experience, E. Bruner.
-Construcciones en psicoanálisis, S. Freud.
-El modelo narrativo en la psicoterapia constructivista y construccionista, Rodrigo Díaz Olguín. 
-Medios narrativos para fines terapéuticos, M. White, D. Epston.