sábado, 9 de diciembre de 2017

“COMPLICIDAD”, la palabra más buscada en 2017: Diferentes enfoques

 

"Pero, en definitiva ¿qué es lo nuestro? Por ahora, al menos, es una especie de complicidad frente a otros, un secreto compartido, un pacto unilateral."
- Mario Benedetti

"Cómplice" ha sido la palabra más buscada durante el año 2017, según Dictionary.com. Es la palabra que ha representado los eventos más significativos del año, la que más se ha utilizado en las conversaciones acerca de personajes e instituciones relevantes y poderosas y, como guinda del pastel, la que ha sido elegida como nombre del perfume inspirado en Ivanka Trump, al reconocerse ella misma como "cómplice" del gobierno de su padre.
Según la RAE, la palabra "cómplice" tiene varias acepciones: la primera de ellas es "que manifiesta o siente solidaridad o camaradería", la segunda es "participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas", y la tercera es "persona que, sin ser autora de un delito o una falta, coopera a su ejecución con actos anteriores o simultáneos". En todos los casos, la complicidad supone un acuerdo entre dos o más personas, entre las que es necesario tener un entendimiento entre ambas.
Nos interesa especialmente rescatar el aspecto relacional que tiene este concepto, por lo que pueda aportar en cuanto al entramado de acciones, significados y emociones que surgen entre sujetos.
La reacción emocional al escuchar la palabra “complicidad” tiene esta doble vertiente que tan bien describe la RAE con sus definiciones. Puede hacernos evocar la parte constructiva o agradable del término, como por ejemplo recordar a un amigo que nos ayudó con su complicidad en un momento en el que necesitábamos su apoyo; o bien todo lo contrario, hacernos sentir malestar al traer a la mente algún momento en el que el cómplice lo fue para realizar algún acto desviado, de violencia o conflictivo, como lo es el actual caso de “la manada”, tan presente en las noticias diarias de estas últimas semanas (“No hay complicidad con La Manada -El caso de la presunta violación de Pamplona demuestra que la sociedad no estátan dispuesta como antes a justificar agresiones sexuales por el comportamientode la víctima”)

Nos gustaría señalar algunas de las particularidades que evoca este concepto, desde ambos costados en los que se enmarca su definición, de forma que permita elaborar reflexiones al respecto en primera persona.
Pasamos a mencionar alguna de las situaciones que sirven como ejemplo de cómo la “complicidad” puede ser parte de situaciones y/o comportamientos dañinos, conflictivos o perturbadores de la salud mental, es decir, desde el costado “negativo” de la misma y en las que puede tener un papel en el no alineamiento con la norma social:
Complicidad inconsciente de la mujer en lo referente al machismo: En ocasiones, más de las que se cree, se suele actuar con una complicidad inconsciente en lo que respecta al papel de la mujer frente al machismo. Según Freud se actúa así por miedo a no ser reconocidas por la figura masculina (el padre en última instancia). Aunque dicha afirmación de Freud representa un componente importante a considerar, bien sabemos que la mayoría de situaciones no responden a “una única causa particular”, por lo que en este sentido consideramos que también entran en juego diversos factores para que esta situación se presente: el ambiente, como parte de la cultura en la que hemos crecido, principalmente dominada por hombres, la estructura familiar en la que hemos sido educadas, el sistema de creencias o ideologías del ambiente en el que crecemos, expectativas que la sociedad tiene con respecto al rol de la mujer, discriminación social en salarios y puestos de trabajo, mensajes publicitarios que inundan nuestro día a día, educación sexista, leyes discriminatorias, división del trabajo, etc… Prueba de todo esto lo podemos ver en las muestras recogidas en el proyecto “Sexismo Cotidiano”, que invitaba a mujeres de todo el mundo a dejar constancia en una web y en un perfil de twitter (https://twitter.com/SexismoES) de actitudes que la sociedad ha normalizado. Algunos ejemplos publicados por Yo Dona:
«Cuando practicas deportes extremos, las propias mujeres te dicen: 'Es que eres diferente'», actuando como cómplices inconscientes a favor del machismo.
«Estoy viendo la tele. El mando no funciona y empiezo a desarmarlo. Mi marido me lo quita. 'Deja, deja, ya lo hago yo'». Y se le permite a través de la complicidad inconsciente.
«Nadando en la piscina un día un poco nublado en 'topless'. Un amigo me dice: '¿Pero no tienes frío?'. 'Pues igual que tú, ¿no?', le respondo» Una respuesta diferente que no se nos suele ocurrir de repente. Aquí estaríamos rompiendo con esta complicidad inconsciente.
Complicidad familiar ante situaciones encriptadas: Cada vez nos encontramos con más casos en donde la consigna familiar parece ser: "las cosas que dan vergüenza no hay que decirlas". De esta forma se perpetúan los secretos familiares y se cronifica la enfermedad/patología familiar. En estos casos, la familia no cumple con la premisa de “regulación social” que identificó Sluzki: la familia como elemento que recuerda o reafirma responsabilidades y roles, neutraliza desviaciones, permite disipación de la frustración y de la violencia, y favorece la resolución de conflictos. En los casos en los que no existe esta regulación social, como lo son las familias en las que existen historias de incesto, violencia, consumo de alcohol o drogas, al mantenerse aisladas y transformarse en un sistema cerrado autoabastecido, se favorecen los comportamientos desviados al carecer de contacto social nutritivo. En este sentido, la familia actúa como cómplice y favorece que estos comportamientos desviados se sigan realizando y se cronifiquen.
Complicidad en situaciones de bullying: En enero del 2017 nos encontramos con este titular en El País: "Yo no soy chivato. El acoso escolar solo es posible gracias a la complicidad del grupo que ríe las gracias o calla cómplice. Denunciar abusos acarrea todavía el estigma del soplón". Por desgracia, el día a día en cualquier colegio es que "todos lo saben y nadie dice nada", "hay demasiadas personas que miran hacia otro lado", "chivarse es muy valiente, casi nadie se atreve por miedo a ser acosado". La duda, el miedo y la inseguridad habitan en la mayoría de los cómplices de acoso. Un cómplice puede callar por miedo, porque quiera evitar el rechazo del grupo, por mantener su estatus, por poder físico o de fuerza, por defender o no denunciar a alguien querido, respetado o idealizado… diversas razones como éstas pueden perpetuar el silencio y hacernos cómplices del acosador.
En este sentido, Bárbara Coloroso comenta en su libro “El acosador, el acosado y el no tan inocente espectador”: El matón ya no está actuando solo: los espectadores se han convertido en un grupo de matones que también denigran el objetivo. Desde nuestra perspectiva y experiencia terapéutica,  el bullying representa una caída del lazo social que recae tanto en la víctima como en el acosador, al quedar ambos apresados en la presencia angustiosa de la pérdida y la carencia. Las consecuencias que provoca el bullying para el acosado son muchas ya que el sujeto queda expuesto física y emocionalmente ante el maltratador y ante los espectadores cómplices, llevándole al aislamiento social por miedo a repetir un trauma similar "generándose consecuencias psicológicas que pueden llevar en algunos casos al suicidio" (Bustos, 2009).
El papel de las figuras próximas al acosado, entre ellas familia, educadores, relaciones cercanas y, en este caso, espectadores cómplices, deberá estar centrado en restituir el lazo social a través del apoyo, denuncia y compañía que promuevan una experiencia constructiva y reparadora en la que el acosado sea reconocido en la dimensión que representa lo social arrebatado. También aquí funciona una suerte de complicidad, sólo que en este caso se trata de una que permite la construcción de una red de apoyo que posibilita la superación de una situación de gran dificultad emocional.
Afortunadamente, muchos profesionales se han percatado de la importancia del papel que desempeña este espectador silente, por lo que se han empezado a proporcionar recursos que le permitan romper con el círculo de complicidad en las situaciones de acoso. De esta forma, la mayoría de programas que comienzan a implantarse tienen en cuenta este aspecto en los protocolos de actuación en colegios,  que tratan de borrar el estigma del testigo que da la alarma, así como fomentar el papel activo en no tolerar la violencia (como por ejemplo, la Fundación Anar).
Desde el costado más instrumental y positivo de la complicidad, identificamos algunas situaciones que sirven como ejemplo de cómo ésta puede darse desde la aceptación y desarrollo mental sano en la sociedad actual.
Complicidad entre hermanos: Las interacciones recíprocas entre hermanos, son importantes agentes de socialización en la vida de los niños, particularmente en la infancia. En estas se inscriben los juegos, conflictos e intercambios sociales, que pueden facilitar oportunidades para el desarrollo de la confianza y entendimiento mutuo. A través de ellas los niños aprenden a resolver tareas juntos, organizarse al jugar, seguir ciertas reglas, mientras que las interacciones complementarias en las que uno cuida o enseña al otro algo, proveen oportunidades de guía y apoyo. Según Freud, una multitud de seres humanos no es más que una “masa” hasta que se establecen lazos entre ellos. La mayoría de las relaciones afectivas son ambivalentes, hay hostilidad entre los miembros, como puede haberlas en el grupo de hermanos, pero al sentirse igualmente valorados por parte de la figura a la que se adjudica el papel de líder, los miembros de la masa pueden tener cierta complicidad. Los hermanos, que en algún momento sienten rivalidad, se identifican por su amor hacia el mismo objeto. El grupo de hermanos es un grupo unido, con sentimiento de pertenencia en el que se da la complicidad. En palabras de Clara Ortega, "En el exterior crecemos. Pero no es así para hermanos y hermanas. Nos conocemos como siempre. Conocemos nuestros corazones. Compartimos nuestras bromas familiares privadas. Recordamos nuestros secretos familiares, penas y alegrías. Vivimos fuera del efecto del tiempo".
Complicidad de la madre para con el hijo: Nos referimos aquí a esa complicidad que existe entre madre e hijo desde el mismo momento de la concepción y el nacimiento. Complicidad sana como soporte que permite al niño crecer e irse separando paulatinamente del vínculo bajo el amparo y la protección de la madre. Una de las  primeras evidencias de este tipo de complicidad está en la mirada de la madre hacia su bebé. Esa mirada es el primer espejo en el que el niño empieza a diferenciarse y reaccionar ante el otro, primeros pasos para la construcción sana del autoconcepto, autoestima y seguridad. Conforme el niño crece emocionalmente, empieza a descubrir sus propias necesidades de exploración del entorno y comienza a desprenderse de la mirada de la madre. A partir de aquí, la complicidad de la madre será un elemento importante en esta separación, le brindará seguridad y le apoyará en su desarrollo. Basta un solo ejemplo que expone Cristina Oleaga (autora en elpsicoanalitico.com) para ilustrar este tipo de complicidad: Pareja joven con un niño de 4 años que llevan de la mano y van a subir la escalera de un centro comercial. El niño se suelta y dice "yo solo". La madre reacciona: "Cuidado, no puedes subir solo, el vigilante nos va a llamar la atención" El niño sigue caminando. “Bueno”, dice la madre, “sigue que ahora no te ve, ¡deprisa!”. Hay en esta anécdota un acto de vulneración de la palabra y de la autoridad, una escena en la que como la madre no se basta para limitar -y, así, cuidar-  apela a la amenaza de Otro literalmente armado: el vigilante. Desde el mismo lugar de impotencia, la madre luego se hace cómplice y denigra nuevamente su propia palabra al alentar la transgresión a condición de que no sea vista. El padre comparte la secuencia sonriente, lo cual es ya otra intervención cómplice que duplica la maternal.
Complicidad en la pareja: La complicidad que se va creando poco a poco en la relación de pareja constituye uno de los pilares de cara a fortalecer el vínculo y la construcción de una pareja sana. Los cambios sociales han ido transformando la vida en pareja, fomentando la despersonalización y el aislamiento del individuo, sobre todo en las grandes ciudades, lo que genera un vacío que se pretende colmar con el amor romántico. También se han ido modificando nuestros valores lo que ha propiciado que las expectativas puestas en la vida en pareja sean desmesuradas, ya que se espera conseguir satisfacción de forma espontánea, sin que medie el necesario trabajo y esfuerzo para conseguirlo. También las concepciones más rígidas de familia han ido cambiando, de forma que la vida en pareja tiene menos limitaciones sociales, a la vez que son reconocidas nuevas organizaciones y estructuras familiares. Tal y como afirma Spivacow, aunque estos cambios pueden “desorientarnos” o dar lugar a la necesidad de nuevas reflexiones en relación con los mismos, abren paso a su vez a una vida basada en elecciones más auténticas.
Una parte del trabajo psíquico que exige la vida en pareja es la construcción y remodelación de las representaciones del objeto que posibilitan el procesamiento de la relación. De esta manera, la complicidad en la pareja se va generando con el aumento de la confianza, el compartir, escuchar, no juzgar… es decir, a través de una profunda compenetración, y la creación de un lenguaje propio que ambos entienden que llevará, a su vez, a un lenguaje corporal alineado entre ambos. La complicidad permite afrontar las distintas circunstancias y etapas de la vida en pareja. Requiere de una buena actitud, deseo de compartir, confianza, alto nivel de comunicación, a la vez que contempla la capacidad para evitar máscaras y mostrar vulnerabilidades.
Complicidad del terapeuta con su paciente:  Tal y como comenta Lacan, en el contexto del trabajo terapéutico también existe una complicidad abierta a la sorpresa. En un análisis existen dos jugadores con un interés común: la curación. Sujeto y saber están perfectamente hechos para entenderse y generar la deseada alianza terapéutica. En este sentido la complicidad del analista para con el paciente es entendida como regulador de la norma social imperante. La complicidad debe dejar espacio a una visión objetiva de las dos partes, permitiendo que dicha complicidad pueda dar paso a la aceptación de lo indecible y lo incomunicable para una mejor elaboración de las circunstancias y relaciones significativas, así como para una mejor aceptación de “los estados subjetivos” y cómo operan en el día a día.
La falsa complicidad con los demás: Ésta, muchas veces esconde carencias que tenemos y solemos ser cómplices de los demás con el fin último de obtener el beneficio secundario que esto nos aporta; también esconde la falta de reconocimiento de nuestras propias necesidades o deseos, o la capacidad para hacerlos valer.
Esta situación la encontramos con frecuencia en pacientes a los que les resulta muy fácil generar complicidad con sus amigos, compañeros de trabajo o familiares, pero tienen serias dificultades para enfrentar y hacer valer sus propias necesidades.
Dos casos que nos pueden servir de ejemplo: Paco trabaja en el departamento de marketing de una multinacional. Cada vez que surge un conflicto entre alguno de sus compañeros y la empresa, de manera inconsciente, él se erige en defensor de los derechos de su compañero y actúa como portavoz del mismo, sin darse cuenta de que este  impulso en realidad es el reflejo de su incapacidad de denunciar sus propias quejas. A través de la denuncia de la situación de su compañero está reclamando y denunciando sus insatisfacciones con la compañía, quejas que no se atreve a plantear directamente en primera persona. La complicidad con sus compañeros está enmascarando la falta de “complicidad” consigo mismo.
Un segundo ejemplo: La familia de Carmen acostumbra a comprar los regalos de manera grupal. Sin embargo, cada vez que hay que comprar un regalo a un miembro de la familia, ella es la que acaba haciéndolo "porque nadie lo hace nunca y si no lo hace ella, se quedarían sin regalo". Incluso en el cumpleaños de Carmen, es ella quien se compra su propio regalo, "cuando serían ellos los que lo tendrían que hacer". Aún apareciendo como “la buena” y la cómplice familiar en estos aspectos, lo que Carmen inconscientemente quiere decirle a toda la familia es "si lo hago yo con los demás, quiero que los demás lo hagáis también conmigo". El problema es que ni lo denuncia, ni les da espacio para que esto pueda ocurrir, no vaya a ser que se les olvide y el chasco que se llevaría sería aún peor, porque esto le estaría diciendo que "no la quieren". En este caso, Carmen es cómplice de una dinámica familiar que, a pesar de rechazarla y denunciarla en su espacio íntimo, permite que siga ocurriendo. Sin embargo, la necesidad de rescatar su valor y rol dentro de la familia, la lleva a alinearse con dicha dinámica con la que no se siente cómoda, impidiendo, a su vez, que sus familiares puedan demostrarle su cariño o asumir sus roles de manera activa y constructiva a través del gesto que supone la compra de su regalo.
Como apunte final, rescatamos la reflexión de R. Aldana: "La complicidad permite aceptar sin exigencias ni hiperapegos, sin necesidad de cambiar nuestra esencia ni de complacer necesidades infantiles o extremas. Es entonces cuando se construyen vibraciones que se complementan a la perfección, de la misma manera que un secreto compartido le guiña el ojo a la incondicionalidad del alma."

Fuentes:
-        FREUD, S. (1921). Psicología de las Masas y Análisis del Yo. O.C. Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.
-        Raúl Páramo Ortega - El psicoanálisis y lo social: ensayos transversales (2006)
-        J.Lacan - Clase 16 - 19.05.1965 - Biblioteca J. Lacan (http://www.psicoanalisis.org/lacan/12/16.htm)
-        Nelson Días "La complicidad: pretensión de completud" (2011)
-        Sluzki: La Red Social: Fronteras de la práctica sistémica" (1996)
-        B. Coloroso - El acosador, el acosado y el no tan inocente espectador (The Bully, the Bullied, and the Bystander - 2009)
-        P. Álvarez - A. Carbajosa. Yo no soy chivato - El país - 21.07.2017
-        C.A. Reyes Lozano - Psique: breve reflexión psicoanalítica acerca del bullying (1986) - Universidad Nacional Andrés Bello, Chile.
-        M.A. Spivacow - La pareja en conflicto: aportes psicoanalíticos. Buenos Aires: Paidós, 2011.

-        R. Aldana - Existe algo mejor que un amor: una complicidad (2016). La mente es maravillosa.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Rescatando el lugar de la ilusión

Muy a tono con las fechas decembrinas en las que estamos, nos animamos a hacer una reflexión sobre la ilusión, no desde el punto de vista de la ‘ilusión patológica’ que refleja la retirada del interés por el mundo externo, sino de aquella que hace referencia a este, a la vez que habla del mundo interno del sujeto.

En el contexto psicoanalítico, la ilusión se enmarca a menudo en su acepción más “negativa” que, citando el significado que le adjudica la Real Academia Española en este sentido, tiene que ver con un concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por el engaño de los sentidos, un significado que enfatiza lo que tiene que ver con el engaño o el error.

Aún así, muchos autores han intentado rescatar el lugar de la ilusión desde una función positiva y adaptativa, esa que se apoya en la segunda acepción atribuida a la misma por la RAE que tiene que ver con una esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo… o la viva complacencia en una persona, cosa o tarea.

Ambas perspectivas comparten la incursión del deseo en la construcción de la ilusión. En este sentido, A. Tagler apunta que resulta sorprendente cómo bajo el influjo de la ilusión la realidad se debilita y pierde, en aras del deseo, su condición de fuente privilegiada de certezas. Recordemos asimismo que Freud se planteó en su momento la posibilidad de que las creencias que se tenían -aparentemente- basadas en la razón, no se tratasen más que de una ilusión al servicio de los deseos. Desde esta óptica la ilusión quedaría relegada a una apreciación falsa motivada por el deseo que se impone.

Desde otras perspectivas, el deseo impreso en la ilusión permitiría, más bien, la búsqueda de objetivos y de caminos hacia su satisfacción, siempre que la misma mantenga los lazos con la realidad. Las ilusiones, en este sentido, intentan satisfacer una necesidad básica de vivir en un mundo que no comprendemos del todo, como un intento de orientar nuestras acciones a la vez que hacen posible la existencia humana.

Coincidimos con Tagler en que intentar entender las ilusiones únicamente desde el foco del autoengaño, significaría limitar nuestra visión a una perspectiva parcial, que nos impediría comprender su indudable importancia para la subjetividad. Más allá del juicio sobre la falsedad del contenido de una determinada creencia o ilusión, es importante indagar en la cuota de “verdad” que contiene, preguntándonos qué tiene que decirnos sobre lo humano, como bien fue determinante en el pensamiento freudiano.

Autores como Winnicott y Milner también se han sumergido en el “rescate” de la ilusión, otorgándole un papel clave en el desarrollo y en la naturaleza humana. Desde esta visión, no se trata de algo que “superar o abandonar en nombre de la madurez emocional” sino que puede ser vista también como un fenómeno de creatividad.

El papel de la ilusión como elemento creador de subjetividad fue apuntado por Winnicott haciendo referencia a la ilusión prototípica del bebé de “crear el pecho materno”. Esto le permite que sienta el control omnipotente de que el pecho nunca va a faltar porque, controlado por él, le protege de la realidad que alude a su indefensión y dependencia. Aquí, es la madre quien ofrece al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de que ese pecho es parte de él, y posteriormente, su tarea será “desilusionar” al bebé en forma gradual, lo que no logrará si al principio no le ofreció suficientes oportunidades de ilusión. Estos movimientos inauguran al bebé como sujeto, así como el concepto de realidad externa, es decir, de mundo.

En este sentido, autores como R. Tuch enfatizan que los fenómenos que abarcan la ilusión se refieren a la naturaleza humana, el funcionamiento del mundo y lo que los otros piensan o hacen. Como ocurre en la ilusión del bebé de crear el pecho materno como camino hacia la construcción del mundo externo, las ilusiones no han de ser siempre vistas como meras distorsiones de la realidad, sino que también reflejan los puentes que se crean entre el mundo interno y el externo.

En palabras de Tagler, en la ilusión, la diferencia entre mundo interno-mundo externo, o fantasía-realidad, se cancela, a la vez que se conserva. Se trata de dos mundos conectados, con permanentes entradas y salidas que producen intercambios y, en muchos casos, mutuas modificaciones. La ilusión nos permite presuponer que podemos alterar y actuar sobre los eventos de nuestra experiencia, cambiando y afrontando las situaciones que experimentamos.

Como afirmaba Winnicott, la tarea de aceptación de la realidad nunca está completa, ya que ningún ser humano está libre de la lucha de relacionar la realidad interna y la externa. Sin embargo, el alivio de esta lucha es provista por un área de la experiencia que no es desafiada. Para el autor, el espacio transicional se ubica entre creencia y conocimiento, y otorga protección a través del dispositivo psíquico de la ilusión contra aquellos ‘traumas’ imposibles de soportar psíquicamente. En esta línea, Tagler apunta que, con un Yo absolutamente consecuente con la exigencia a la síntesis de su ideal, la existencia sería insoportable. Nuestras desmentidas -aquello que obviamos de la realidad para proteger una creencia- y disociaciones cotidianas son en parte lo que nos permite tramitar la vida sin enfermar.

Desde aquí parten muchos autores para rescatar los elementos beneficiosos y adaptativos de la ilusión como dispositivo psíquico, apuntando que esta permite, entre otras cosas, mantener la creencia de que estamos a salvo, seguros y en ningún peligro inminente, lo que deriva en una aproximación adaptativa frente a las experiencias de la vida. Aquí la ilusión es tratada en calidad de mecanismo de defensa, indispensable para la adaptación al mundo externo, no como elemento que lo deroga. Representa un mecanismo protector ante el trauma real o posible que permite que el sujeto pueda relacionarse y conocer la realidad paulatinamente.

Tuch, por ejemplo, coincide en la idea de Freud sobre la inseguridad existencial del ser humano y su extrema impotencia ante hechos de la cotidianidad, de las relaciones con otros y hasta de la naturaleza, incluyendo la propia muerte. Sin embargo, revaloriza y conceptualiza la ilusión como un mecanismo de defensa, una resolución adaptativa, que da predominio a la creencia sobre el saber con la finalidad de afrontar las posibles “catástrofes” que pueden acechar la existencia humana. Afirma que se trata de una muestra de creatividad al servicio de operar en el ambiente y la realidad.

La ilusión está inevitablemente ligada a características y deseos subjetivos y personales,
Rob Gonsalves
que se fundamentan en la experiencia y anhelos de cada uno, así como en la búsqueda de dichos anhelos. Cuando la ilusión conserva una justa apreciación de la realidad, y cuando se rescata su valor considerando el paso de lo intrapsíquico hacia el mundo externo, puede tener un poder transformador, creativo y motivador. Sin embargo, en aquellos casos en donde se cae en su sobreutilización como mecanismo predominante de afrontamiento, o en donde la estabilidad emocional depende preferencialmente de la misma, el desencanto que imprime la realidad siempre será un riesgo a nivel emocional y adaptativo.

Las ilusiones pueden constituir un mecanismo necesario y beneficioso de cara a asumir la responsabilidad de trabajar por nuestros anhelos, para la conservación del bienestar psíquico y la adaptación. Cuando la estabilidad emocional depende de la incursión constante de la ilusión en detrimento de la realidad externa, se corre el riesgo de perder su potencial creador. Por ello, la ilusión ha de cimentarse sobre una co-construcción, representando un puente entre el mundo interno y externo, posibilitando así nuevas habilidades para encontrar el valor de enfrentar las experiencias de la vida.

Referencias:
-Alfredo Tagler, La ilusión.
-Diccionario de la Real Academia Española, versión online
-D.W Winnicott (1971) Realidad y Juego.
-Richard Tuch, Entre conocer y creer: Rescatando el legítimo lugar de la ilusión en el psicoanálisis. Reseña de ClaudioMaruottolo y Cecilia Llorens-Herrera



jueves, 16 de noviembre de 2017

Reflexiones sobre el sarcasmo, la ironía y el humor

La opinión general en cuanto al uso del sarcasmo, la ironía y el humor suele estar cargada de sensaciones e ideas contrapuestas. Por un lado, se suele pensar que el uso de este tipo de recursos denota una gran agilidad mental y creatividad considerándolos un rasgo de ingenio y sentido del humor. Por otra parte, al menos en lo que respecta al sarcasmo y a la ironía, también pueden ser vistos como recursos que denotan cierta tendencia despreciativa ante otros, prepotencia, individualismo, narcisismo, o formas taimadas y particulares de atacar verbalmente, creando la confusión de si se trata realmente de un ataque velado o de una broma.
Ya históricamente se veía el humor como un elemento que albergaba una especie de operación defensiva contra las posibilidades de sufrimiento, entendido este último como todo aquello que comprendían las emociones que hasta hace poco eran consideradas “negativas”. Más allá de las concepciones más profundas en cuanto a este tema, bien es cierto que los tiempos actuales, en donde se insiste en una supresión de lo negativo, requieren de un esfuerzo necesario y conveniente que proponga una reflexión que nos guíe en cuanto a los límites e implicaciones sobre el uso de estos tres recursos en nuestras interacciones y comunicaciones.
En este sentido, Freud apuntaba que "el chiste guarda una especial relación con lo inconsciente, con “la verdad”. En el humor, sin embargo, no parece haber manipulación del significante, que puede o no estar, y usualmente no acaba en risa franca, el lazo con el otro rara vez se sostiene: solo se ríe el que dice y el otro queda más bien inhibido, cuando no angustiado".
Para el propio Freud el humor, a diferencia del chiste, tiene algo de grandioso y patético. Encuentra en lo cómico un tratamiento de los afectos particularmente emancipador y enaltecedor. Lo cómico trata, en el sentido fuerte del término, especialmente sobre la muerte y la sexualidad, y así nuestra lengua le destina dos colores: humor negro para la muerte y chistes verdes para la sexualidad.
El chiste adopta su condición de medio-decir, dice una verdad metafóricamente de forma que la verdad en juego pierde algo de la clandestinidad a la que la somete el discurso. Mientras en el chiste se trata del otro, en el humor se trata de lo que alguien puede decir en el borde de una ruptura del lazo social; ver lo trágico desde lo cómico. Freud pone el ejemplo del condenado a muerte que camino al cadalso un lunes dice: "Empieza bien la semana". De esta forma, el humor es una forma del acto de de decir, permite hacer más liviana la existencia, aunque no por eso sea menos problemática.
En el humor, el deseo de placer no es sustraído de la realidad, sino que lo es del yo (instancia encargada de desarrollar mecanismos que permitan obtener el mayor placer posible dentro de los marcos que la realidad permita) y trasladada al superyó (instancia moral, enjuiciadora de la actividad del yo que constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales y sociales). Si considerásemos la resignación como lo opuesto al humor, podríamos entender la resignación como una cierta renuncia al deseo, mientras que a través del humor aparece una forma del acto de decir del mismo.
Freud compara la elaboración del chiste con la de los sueños, pues satisfacen tanto las exigencias de la consecución de placer como las de la crítica comprensiva, quedando el chiste reconocido como un factor de poder psíquico: los grandes instintos y tendencias de la vida anímica lo toman a su servicio para alcanzar sus fines.
Considera que se trata de un importante carácter del pensamiento inconsciente: la carencia de un proceso comparable al de «juzgar». En lugar del juicio encontramos en lo inconsciente la «represión», que podemos considerar como el grado intermedio entre un reflejo de defensa y un juicio condenatorio.
A través del chiste se permite que la carga psíquica de los pensamientos preconscientes sea atraída a lo inconsciente. La carga psíquica inconsciente ofrece las condiciones más favorables para la elección de expresión verbal.
Al contrario que los sueños que son asociales, ya que no pretenden comunicar nada a nadie y evitan ser comprendidos al encontrarse encubiertos en su disfraz, el chiste es la más social de todas las funciones anímicas encaminadas a la consecución de placer, además de incorporar al otro.
La parte realista de la utilización de la comicidad como comenta Kant es el no podernos engañar más que por un instante.
La función subjetiva de este tipo de recursos da cuenta de una singularidad de la persona que los utiliza y su análisis puede resultar durante un proceso terapéutico.
La utilización del sarcasmo, la ironía y el humor habilitan en la persona la posibilidad de invertir por momentos su posición de objeto haciendo uso de cierta ironización. Esto permite tomar una distancia mínima, una separación a la que el sujeto no puede acceder de otra forma, o le resulta difícil acceder a ello de manera racional y directa.
En este tipo de situaciones el Yo se muestra como si los traumas del mundo no le pudieran tocar y que además, en ocasiones, puede obtener de ellos una ganancia de placer. En el humor habría un triunfo del yo y del principio de placer, capaz de afirmarse a pesar de lo desfavorable de las circunstancias reales. Se utiliza en un intento de tomar distancia de esa realidad acusadora, de la mirada intrusiva del otro. Gracias a estos recursos, se puede desprender, temporalmente, de su realidad, ubicándose como agente de la risa y no ya como objeto pasivo de la burla del otro. Un ejemplo que ilustra estos temas puede ser el de una modista que, tras un cambio de residencia, retoma sus tareas profesionales en el nuevo lugar en el que vive, sin contar con las referencias en cuanto a su trabajo de las que tanto se apoyaba para encontrar clientes en su antigua ciudad. Tras varios comentarios de distintos compradores nuevos en cuanto a lo alto que consideran sus precios, ésta decide ajustarlos sin mucho convencimiento, esperando así poder conseguir algo de fidelidad y fluencia en su clientela. Una mujer entra en la tienda, mirando los precios expuestos en el tablón, y le pide a la modista arreglar el bajo de un vestido, preguntándole a ésta “¿Son 15 euros, o es menos?”, a lo que la modista responde con tono algo jocoso “Bueno mujer, menos sería que te pagara yo por hacértelo”. Este comentario a modo de sarcasmo, le permite a la modista por un lado, reafirmarse frente a una circunstancia displacentera; y por otro, expresar sus sentimientos de rabia y frustración a través de un comentario velado, el cual deja un espacio para que su interlocutora dude de si ha de interpretarlo como una agresión gracias a la cuota de humor que se introduce en éste.
En la ironía y el sarcasmo parece darse a entender lo contrario de lo que se dice, se intenta "disimular que se sabe algo" o "fingir que se ignora algo". Se trata de estrategias discursivas conscientes, que testimonian una forma particular de distanciamiento. El “irónico” crea una situación de comunicación ficticia, superpuesta a la real, en la que la ficción es utilizada para desatar la lengua del antagonista. De esta forma se hace portavoz del discurso supuesto del Otro, sin introducir indicadores de su propia posición subjetiva en relación a con su enunciado. Se trataría de una relación de desprendimiento, de no-creencia, de manera que lo que se pretende decir no es dicho sino mostrado usando las posibilidades de figuración que posibilita el acto de la palabra. De esta forma, el irónico expone su relación subjetiva de desconfianza respecto de la palabra que implica un distanciamiento del discurso.
En vista de lo anterior, parece que las personas que utilizan estos recursos pueden estar buscando poner a su interlocutor en evidencia de algo, atacarle de manera sutil sin que parezca una ofensa directa, o esconder a través de ellos sus propias carencias.
Bernardo Stamateas comenta al respecto que tanto la ironía como el sarcasmo son recursos habituales en los perfiles de personas tóxicas, y nosotras puntualizaríamos que es posible que bajo esto se escondan aspectos como la falta de seguridad, una baja autoestima, el tener dificultades con el afrontamiento de ciertas situaciones que, gracias a exponerse a través de estos recursos, se pueden utilizar con fines catárticos o como vía de comunicación omnipotente e indirecta.
También se han encontrado beneficios psicológicos y organizacionales del sarcasmo en una reciente investigación realizada por las Escuelas de Negocios de Harvard, Columbia, e INSEAD.
Las personas que lo utilizan necesitan superar la contradicción entre el significado literal y el real de las expresiones sarcásticas, de manera que se promueve el pensamiento creativo. Además de demostrar el efecto causal de creatividad que surge de expresiones sarcásticas, también se ha demostrado por primera vez que existen beneficios cognitivos para los receptores del sarcasmo y que los mayores beneficios se obtienen cuando este recurso es utilizado entre personas que se tienen confianza entre sí.
Las personas que exteriorizan comentarios sarcásticos, al igual que las que los reciben, mostraron ser tres veces más creativas que el grupo control de este estudio. El sarcasmo puede estimular la creatividad, la generación de ideas, soluciones, ideas o problemas que son nuevos y útiles, y canalizar una forma superior del pensamiento.
A la vista de estos resultados, los investigadores de estas tres escuelas de negocio proponen una visión renovada sobre el sarcasmo y consideran que sería importante profundizar en su investigación para entender mejor cómo el tono del sarcasmo podría afectar la comunicación en las relaciones, así como en los procesos cognitivos de los individuos.
En este sentido, sería interesante considerar una reflexión -un tanto pedagógica- que mueva a las personas a detectar los contextos en los que se valen tanto del sarcasmo, como de la ironía y el humor, así como el ambiente emocional del cual parte dicha necesidad, sea en el contexto laboral o personal, de forma que tanto aquel que hace uso de dichos recursos como su interlocutor, puedan beneficiarse creativamente del uso constructivo de los mismos.

Fuentes:

  • Laje, Matías. “El humor no es chiste: usos clínicos de un decir que no desanuda tragedia y comedia”. Desde el Jardín de Freud 17 (2017): 43-49, doi: 10.15446/djf.n17.65513
  • Freud, S. "XXV El chiste y su relación con lo inconsciente - 1905.
  • Sabater, V. "Artesanos de la ironía y el sarcasmo (personalidades tóxicas) - 2015.
  • Casteli, V., Naveiro, S., Lorenzi, M. De Bat, J. "El humor, la ironía, lo cómico, el chiste: propuesta de lectura de un detalle clñinico". 2006
  • Fernanda, M. "Los beneficios psicológicos del sarcasmo". 2015














domingo, 12 de noviembre de 2017

Rescatando el mundo emocional de la mujer durante el embarazo

El embarazo es un momento de mucha complejidad, dados los cambios que se producen en distintos niveles en la vivencia de la mujer (físicos, psicológicos, en la pareja…). Aunque se le suele otorgar mucha importancia a los cambios físicos y temas del cuidado en cuanto a alimentación y hábitos para el desarrollo sano del feto, son muy pocos los escritos que se dirigen a informar y orientar en cuanto al plano emocional y psicológico de la futura madre.

Autores como Stern, llaman la atención sobre el tema de la maternidad como una “asignatura pendiente” para la sociedad en general. Muchas sensaciones que son experimentadas por las embarazadas y las madres recientes son consideradas un tabú por la sociedad (incluyendo, por ejemplo, la depresión post-parto). Es una cuestión muy reciente el hecho de empezar a incorporar en la sanidad y en programas de orientación los aspectos que se vivencian en esta íntima experiencia psicológica, ya que los esfuerzos han estado orientados a aspectos más estructurales, como aquellos que informan sobre los cambios físicos o fisiológicos que se experimentan y lo que debe ser el cuidado de la madre de cara al desarrollo sano del feto.

El mundo interno de aquella que será madre resulta en muchas ocasiones tan complejo que cuesta poner en palabras las vivencias que se experimentan. Cada vez son más aquellas madres -sobre todo las primerizas- que valiéndose de la difusión que permiten las redes sociales intentan compartir y expresar el universo de vivencias y emociones que inundan ‘la dulce espera’ y el primer contacto con el bebé.

Es por ello por lo que nos animamos a compartir algunas reflexiones que se hacen desde el plano psicológico acerca de las fantasías y el mundo emocional durante el embarazo, así como la experiencia interna y los cambios a los que va haciendo frente la madre, en la medida en la que ésta va construyendo su identidad materna.

Lo cultural en la maternidad y el embarazo

Desde distintas concepciones culturales y religiosas, se idealiza la maternidad y se la equipara con la feminidad. Sin embargo, la maternidad va más allá de la mera reproducción encajada en el orden ‘natural’ o biológico, y representa una experiencia humana en donde, en palabras de Glocer, se entretejen planos diversos y complejos: el amor, el deseo y la creatividad. Aunque hay un soporte biológico y corporal, la maternidad se construye a través de significados que dan lugar a la experiencia maternal y que son muy variados e íntimos de acuerdo con la mujer que lo vivencia, siempre enmarcados en su historia.

Resulta necesario dotar al concepto de embarazo de una visión compleja e integral, verlo como un fenómeno que no deja de tener características diversas según la cultura en la que se inscribe, así como diferentes presentaciones y vivencias en las mujeres, que va más allá del pensamiento colectivo que idealiza esta etapa, dificultando la posibilidad de que las mujeres puedan expresar sus sentimientos ambivalentes ante la espera del bebé. En este sentido, Glocer apunta que muchos aspectos de la vivencia emocional de la mujer son reemplazados por la idea cultural de maternidad, idealizando la misma y anulando la posibilidad de que sean expresadas las contradicciones y ambivalencias que muchas veces esta experiencia trae consigo.


Asimismo, lo cultural tiene implicaciones que llevan a la búsqueda -consciente o no- del embarazo. Desde pequeñas se prepara a las niñas ante la maternidad futura, preparación que va desde los juegos y canciones infantiles, el cuidado que proveen a sus hermanos y hermanas, hasta las tareas que se realizan en casa. Aunque esta es una cuestión en la que la época actual ha impreso y exigido cambios, sigue siendo lo más frecuente en el imaginario cultural.

La sociedad sigue dictando ‘normas implícitas’ acerca de las sensaciones que de alguna manera están permitidas por parte de la mujer durante el embarazo y hacia su futuro hijo, lo que se fundamenta en un costado principalmente biológico: su capacidad para gestar, parir y cuidar. Una mirada más profunda y genuina nos muestra que en la maternidad subyacen sensaciones muy variadas, sentimientos de ambivalencia, preocupaciones, fantasías y síntomas que dan cuenta de todo ello y resultan tremendamente particulares. Cuando escalamos desde el plano biológico al psicológico, vemos que la vivencia del embarazo resulta ser una experiencia particular en cada una de las mujeres que lo vivencia, además de despertar conflictos internos personales que han de tener el espacio para ser expresados más allá del mandato cultural.

En este sentido, tal y como apunta M. Langer, los problemas de la maternidad se sitúan en un cruce de caminos entre las determinaciones biológicas y los patrones culturales, entre la familia y la sociedad, la “felicidad” íntima y las obligaciones colectivas, el mundo privado y la escena pública. Como comenta la autora, esta cuestión se ve claramente ejemplificada en el caso de la mujer profesional, en donde se suele atribuir un conflicto entre el ejercicio exitoso de una profesión, al desempeño eficaz y satisfactorio de las funciones maternas. Esta contradicción, a pesar del cambio ideológico actual, la lucha feminista y los avances en el terreno de la igualdad, siguen representando un desfase entre la libertad de la experiencia de embarazo y maternidad individual y genuina, y los ideales, actitudes y valores que culturalmente se les adjudican a estas experiencias.

El mundo emocional de la mujer durante el embarazo

Stern apunta que la madre nace psicológicamente en tanto en cuanto su bebé lo hace físicamente. Sin embargo, esto sucede mucho antes, ya que durante el embarazo empieza a conformarse una nueva identidad, apoyada en una experiencia incomparable a nivel físico y emocional que afecta todas las facetas de la mujer, tanto intra como intersubjetivamente.

Egon Schiele
Además de preparar el contexto real para la llegada del bebé, la mujer empieza a construir un espacio para éste en su mente, en su discurso y en sus fantasías. Asimismo, surgen interrogantes en cuanto a su nuevo rol y pueden surgir preocupaciones relacionadas con la toma de conciencia de la responsabilidad de garantizar la supervivencia del bebé, así como su posterior desarrollo, lo que irá dotando -en la medida en la que se gestionen estas emociones- de un sentimiento de valía materno fundamental.

Los primeros meses constituyen entonces, un terreno emocional de ensayo y preparación. La mujer imagina, sueña, teme y crea fantasías alrededor de la identidad de su futuro bebé, así como de la propia y la del padre. En muchas ocasiones, la percepción en cuanto a la pareja cambia, de manera que la mujer embarazada empieza a interesarse más por la identidad paterna de su pareja.

Se forman escenarios imaginarios con personajes imaginarios (bebé imaginado, yo-madre imaginada, pareja-padre imaginado, padres-abuelos imaginados), fantasías todas ellas relacionadas estrechamente con su historia, valores, miedos internos y mitos familiares. Así, en palabras de Stern, “cada madre construye en su mente el bebé que desea, sueña y teme tener” … y todo este ensayo imaginario de preparación será vital para la aparición de la identidad materna.

Alrededor del tercer mes de embarazo, cuando la viabilidad del embarazo y la salud del feto están, por lo general, garantizadas, se abre un proceso imaginativo mucho más productivo. La experiencia real del feto y las sensaciones que se perciben van dando cuerpo al bebé imaginario y dotándole de un retrato y movimiento.

Durante el embarazo resurgen fantasías previamente reprimidas en torno a la identificación con el propio bebé y la propia vida fetal. Es indispensable que la madre cree una posición adaptativa entre su mundo interno y el mundo externo para que pueda facilitarle la adaptación a su hijo.

Así, la mujer pasa de ser hija a ser madre, con las correspondientes emociones contradictorias entre la pérdida de una etapa que deja atrás, y la nueva etapa que empezará. Muchas veces se incrementa el interés por otras mujeres que son o serán madres, como una forma de búsqueda de identificaciones y reconocimiento. Suele surgir un interés renovado por la maternidad de la propia madre, y algunos autores sugieren la aparición de nuevos triángulos que sostienen la formación de la identidad materna: además del triángulo padre-madre-bebé, se encontraría el de madre(abuela)-madre-bebé.

En este sentido, Stern apunta que el vínculo de apego comienza a formarse durante el embarazo, y describe tres patrones genéricos diferentes de relación, que se relacionan a su vez con la historia familiar de la mujer:

-Un patrón de apego superficial, en el que la futura madre pone cierta distancia en su experiencia de maternidad. Puede estar más o menos implicada en su embarazo, pero no se enfrenta directamente con lo que la maternidad implica. El panorama de sus relaciones familiares es visto desde la distancia y no se le otorga mucha importancia.

-El patrón de apego implicado, que define a una madre muy implicada en su maternidad basándose en sus relaciones primarias y apoyándose muy concretamente en identificaciones con su madre.

-El patrón de apego autónomo, refleja a una mujer que se implica en la relación con su hijo a la vez que piensa en su propia relación con su madre, pero pone cierta distancia emocional como madre y como hija.

En este sentido, las fantasías de la madre acerca de cómo será el bebé y su propia identidad materna, también pueden llegar a impregnarse de aquellas necesidades de la madre, convirtiéndose en ‘fantasmas’ que acompañan la relación con su hijo. Por ejemplo, madres que buscan en el bebé el amor incondicional que no han sentido en su relación como hijas, bebés que vienen a ocupar el lugar de otro ausente o que buscan dotar de un sentimiento vital a la madre. Dichos fantasmas no sólo pueden provenir del espacio emocional materno, sino a su vez, de los contextos familiar y de pareja.

Lo familiar se filtra en las fantasías de maternidad a través de la vivencia de la madre como hija, los legados familiares y cómo se definen los roles de parentalidad a modo de ‘tratados familiares’. Estos procesos de expectativas y atribuciones se amplían a la familia extensa, y generan una fantasía e imagen colectiva del bebé, así como una idea de qué tipo de madre se desea ser.

Es importante que la mujer embarazada pueda permitirse hacerse preguntas en cuanto a su propia identidad como hija para dar pie a descubrir su manera personal de ver y ejercer la maternidad. Aunque las imágenes e historias familiares estén muy presentes (la imagen real e imaginaria de la propia madre; la de otras figuras maternas como abuelas, tías; o reglas, normas, vías de expresión del afecto en la historia de la familia…), la madre ha de tener un espacio de reflexión que le permita ir construyendo una identidad materna única y propia, así como una imagen también única y propia de su bebé. Bien es cierto que este espacio de fantasía se irá consolidando con la experiencia real una vez nacido el bebé. 

Durante el embarazo la futura madre irá construyendo paulatinamente una historia que conformará el relato vital del bebé, así como su propia imagen como madre, que le ha de permitir en un futuro marcar un rol organizador para el niño en su propio proceso de subjetivación y crecimiento.

La reflexión sobre estas cuestiones permite no solo ser conscientes del proceso emocional y mental que atraviesa la futura madre, sino también de aquellas cargas que dan forma al bebé imaginado, de manera que tanto madre como hijo puedan establecer una identidad genuina y propia ante el paso a la realidad.

Aunque el mundo emocional y las fantasías que rodean el embarazo son mucho más complejas que las reflexiones generales aquí rescatadas, es importante que progresivamente se pueda abrir paso a una comprensión de los aspectos psicológicos del embarazo tan amplia y comprehensiva como la que se ha conseguido en cuanto al mismo en el plano médico o físico. Poder transmitir la información y orientación pertinentes en cuanto a los cambios y procesos intra e intersubjetivos que se dan en esta etapa, puede posibilitar un equilibrio bio-psico-social tan necesario en esta vivencia. Este tiene una importancia fundamental de cara a la salud emocional de la madre y el bebé, y brinda la posibilidad de abordar de manera sana los eventos que se sucederán en esta etapa y en las siguientes. 

Artículo de Kreadis con información de:

-Hugo Vezzetti. Marie Langer: Psicoanálisis de la maternidad.
-Alma Pichardo y Claudio Góngora. Abordaje psicoanalítico del primer embarazo.
-Maylis Del Castillo en Aperturas Psicoanalíticas. Revisión“El nacimiento de una madre: Cómo la experiencia de la maternidad cambia la vida para siempre” por Stern, D. y cols.